Arquivos da etiqueta: Empleo

Hostilidad y servicios públicos (de empleo)

The New York Public Library. Digital Collections

No soy el autor del título de arriba. La palabra hostilidad fue la utilizada, de forma repetida, por una clienta (sé que hay muchas personas a quienes no gusta esta palabra, pero así aprovecho y recupero el debate 😉) para referirse a lo que siente cuando se acerca a los servicios públicos de empleo ( y a otros que no son específicamente de empleo).

La conversación empezó por la cita previa, una herramienta que ha traído su polémica en los servicios y en el público en general. En mi opinión creo que es una muy buena forma de ordenar el acceso a un servicio garantizando la calidad en la atención. Ahora, claro, como decimos por aquí, todo depende. Si queremos que la cita previa sirva para complicarle la vida a las personas, la cosa es fácil. Si queremos que sirva como excusa para no atenderles, también. Y si queremos que solo sirva para que contribuya a que consideren que no merece la pena, lo estamos consiguiendo.

Los servicios de cita previa (hablo de aquellos que ofrecen algo más que presentar papeles como un registro) deberían ser simples, rápidos y personalizados. ¿ Qué significa esto ? Que no debería tener que confirmar ninguna cita al llegar, que no debería tener que saberme ningún código alfanumérico y que no debería hacer ningún tipo de cola. Además, deberían conllevar una llamada previa para explicar lo que debo esperarme, para ajustar expectativas, aclarar dudas, familiarizar y, en muchos casos, evitar desplazamientos innecesarios.

Pero no, el trato general que muchas veces encontramos lleva a sensaciones que no es difícil que puedan calificarse, como hizo esta chica, de hostiles. ¿ Qué sensaciones no deberíamos producir y nadie debería tener en un servicio público (de empleo) ?

Sentirse cuestionado/a. Habitual. Esa sensación que todos hemos tenido cuando entramos en un servicio y desde el primer minuto se nos cuestiona lo que afirmamos o preguntamos. Es más, no es raro que no nos dejen acabar nuestra exposición. Una sensación que se hace más fuerte en la medida en que desconocemos el tema sobre el que vamos a hablar.

Yo solo quiero encontrar un empleo, o que me digan qué hacer para tener más y mejores opciones de encontrarlo. Pero me veo cuestionado en todo lo que he hecho hasta ahora (e infravalorado en muchas ocasiones). En mi caso tengo esa sensación cuando voy a servicios como los de las empresas energéticas o los de tráfico (materias de las que sé entre 0 y -2). No solo no me entero de nada sino que me generan inseguridad e incluso desconfianza.

Sentirse culpable. Esto lo llevo mal. Lo de ver la relación entre un servicio y una persona en términos de culpa. Pero así se presentan muchas personas a nuestros servicios, como culpables de haber hecho algo equivocado aunque no saben muy bien lo qué.

Y ya no digo nada cuando realmente saben que han hecho algo mal, aunque no sea su culpa. Por ejemplo (un clásico de los meses pasados ) una chica que cobra un Erte parcial de 80 € mensuales pero, de repente, le ingresan 1.300 €. Oye, un error (aunque no me atrevería a decir cuántas personas conozco que han cobrado el Erte correctamente) pero es que la carta reclamándote el dinero no es para hacerte sentir precisamente bien.

Sentirse incómodo o como que molestas. Cuantas veces, ¿ verdad ? Cuando vas a un lugar y no te miran. Cuando te evitan. Cuando la primera respuesta es “Uy, pero eso no es aquí” o cuando te ven con condescendencia y te dicen que no, que te falta hacer no sé cuántos “papeles” o trámites antes, muchos con una cita previa que te llevará mucho tiempo conseguir.

En el caso del empleo, muchas oficinas o servicios están aún muy lejos de hacer sentir a las personas que se encuentran en un entorno seguro y confiable. No creo que se precisen ejemplos.

Ignorado/a. Una sensación parecida a la anterior, pero especial. Molesta. Cuando menos en mi caso es de lo que más me molesta. Ves como pasan personas que no te dirigen la mirada pero que saben que estás ahí. Con un papel en la mano. Con cara de no saber seguro si ese es el lugar o de si, please, puedo hacer una preguntilla que igual no es oportuna.

Una sensación a desterrar. No hay preguntas o cuestiones inoportunas (sí inapropiadas o maleducadas, pero ese es otro tema) ni ninguna persona que merezca sentirse ignorada y pequeñita.

No entender el lenguaje utilizado. Un clásico de la administración. Todos recibimos esas carta en las que te hacen sentir analfabeto o, a veces, culpable de algo que ni siquiera conoces. En empleo no somos ajenos a esto. Desde las cartas de citaciones, hasta las resoluciones de prestación, pasando por los términos de una cita parecen muchas veces incomprensibles.

Incompetente. Lo dicho, lo de la cita previa es un muy buen ejemplo de cómo podemos empezar a hacer más pequeñas a las personas que pretenden acudir a nuestros servicios. En el momento en que va más allá de pedir dos datos y decir por qué quiero tener una cita, estamos complicando la gestión de la cita. Y cuando digo dos datos es casi literal. Puede que hablemos de cuatro datos (nombre, teléfono, correo y motivo de la cita) pero no precisamos más. Si a eso le añadimos códigos, avisos, campos obligatorios, Kapchats (de esos que pueden con tus nervios) lo que hacemos, obviamente, es contribuir a que las personas se alejen de nuestros servicios.

La verdad es que solo este punto de las citas y los sistemas de gestión darían para todo un artículo. Y no solo en servicios de empleo. En mi servicio de oftalmología hace tiempo que al pasar de la puerta te conviertes en un código alfanumérico tipo R2D2 y debes estar atento a una pantalla (¡ Por dios ! ¡ Tengo que verme en una pantalla ! ¡ Que es un servicio de oftalmología ! ¡ Vengo porque no veo bien !)

Detrás de todo esto está la cosificación, la deshumanización, la alienación, y, en definitiva, la desvalorización de nuestros servicios que muchas personas transmiten. Hasta le podríamos poner banda sonora. Peña, un joven grupo de Pontevedra acaban de publicar una canción sobre el tema que lo describe muy acertadamente:

“onte fun pedir traballo e déronme unha etiqueta 
onte fun pedir traballo e déronme unha etiqueta 
eu que quero traballar e tratáronme de maleta”

Mula.

Las personas a veces solo se quejan. Otras veces utilizan calificativos como el mencionado “escenario hostil”. Un escenario en el que las personas no se sienten apoyadas, respaldadas ni amparadas. Pero un escenario que podemos modificar. Solo es cuestión de empezar por entender que las personas no son rivales. Estamos en el mismo equipo.

Recursos digitales de empleo: Condiciones y otros peligros

By Blake Pattersson with Creative Commons

Hace tiempo que sigo al profesor Antonio Fernández. No solo es el mayor experto que conozco en temas como la discriminación o la intermediación laboral en el entorno digital, también es un referente a la hora de aprender sobre cuestiones legales y normativas que muchas veces olvidamos o descuidamos en orientación laboral.

Como decía, lo sigo asiduamente e incluso hemos podido colaborar, tanto en su espacio como en este. Así que me resulta muy fácil recomendar algunas entradas de su blog como su ponencia sobre discriminación e intermediación digital. Si te interesan estos temas se me antoja imprescindible. Y aunque no te interesen, te aseguro que sus aportes y sus ejemplos no dejarán de sorprenderte.

Pero, ¿ por qué hablo de Antonio y su trabajo ? Pues solo por dar un poco de contexto al tema que querría mencionar en esta entrada y que refiere a las condiciones que aceptamos cuando utilizamos herramientas digitales en procesos de búsqueda empleo o desarrollo profesional.

Me corregirá Antonio pero creo que este tema también precisaría de un análisis en profundidad, uno de esos análisis que debe hacerse con tiempo, con criterios y con hipótesis.

Obviamente hacer ese análisis no es mi objetivo en este artículo. Solo señalar su importancia y, como mucho, hacer una pequeña llamada a la necesidad de una investigación en este tema.

Y es que muchas veces aceptamos condiciones difícilmente imaginables en lo que refiere al uso de nuestros datos o de los contenidos que compartimos. A veces lo hacemos de forma más o menos consciente. Otras no nos damos ni cuenta.

Revisando recursos de empleo ( lo que no hago sistemáticamente pero que debería ) de esos que a veces utilizo y otras solo pruebo, me he encontrado con uno que me ha dejado perplejo al leer sus condiciones. Es una web que hace años utilicé para identificar oportunidades de empleo con profesionales de ingeniería. Se ve que en estos momentos no tiene actividad o que alguien compró su dominio para hacerse con los datos que había en ella.

El caso es que, tratando de ver si aún podía serme útil, he revisado sus condiciones y me he llevado una de esas sorpresas que te obligan a leer más de una vez y que te dejan temblando.

Esto es (o quiero yo pensar) un ejemplo extremo de la falta de control que tenemos (tengo) en cuanto a qué se puede hacer (y se hace) con nuestros datos y nuestros contenidos. El empleo, el trabajo, el mercado laboral, es un área con muchísimos usuarios potenciales y reales. Linkedin, como no nos cansamos de recordar, es el mejor ejemplo de ello con sus más de 700 millones de personas. Pero existe una ingente cantidad de recursos (portales web, metabuscadores, App’s, foros…) con el empleo o las ofertas de empleo como tema central. ¿ En cuántos de ellos hemos añadido nuestros datos sin conocer exactamente a quiénes se los damos y qué estamos autorizando a hacer con ellos ?

Entre esos recursos destacan los metabuscadores. Yo los utilizo, pero no me canso de decir a todas las personas con las que trabajo que no carguen sus datos. Debemos usarlos solo para identificar y encontrar información (ofertas de empleo, información sobre empresas…) pero no para subir nuestros Cv’s en ellos. Recientemente Elena Ariño señalaba la necesidad de tener mucho cuidado con esto, la necesidad de buscar ofertas de empleo con criterio y conocimientos. En ese artículo enlazaba con una publicación en prensa en la que se señala cómo el negocio de muchos de estos pequeños buscadores son los datos, nada relacionado con el empleo

Tenemos que saber elegir qué herramientas usar y cómo hacerlo. Lo que digo, y me incluyo como usuario, es que debemos tratar de hacerlo con criterio y con la mayor información posible. Y, con todo, no sé cómo podemos librarnos de sorpresas como la que menciono.

Estamos dejando de teletrabajar

Teletrabajo

Teletrabajo y cambio

Como sabemos, el teletrabajo o trabajo en remoto se vio impulsado por los confinamientos, un proceso que sin la pandemia hubiera llevado muchos más años. La obligación de no poder hacer las cosas desde un lugar físico ha logrado que el trabajo tal y como lo entendemos diera un cambio radical. Un cambio para el que ya estábamos preparados tecnológicamente pero no culturalmente, creo yo. El hecho de que el trabajo deje de ser un lugar físico al que ir es sencillo de decir, pero implica cambios muy importantes en nuestros conceptos, en nuestras competencias y, en definitiva, en nuestra manera de vivir y de “ver el mundo”.

Los cambios suponen un esfuerzo y nos resistimos de forma natural a los mismos. Especialmente cuando los cambios vienen impuestos y yo no soy el protagonista de ese cambio (no nos resulta lo mismo un cambio de trabajo voluntario que un despido) De ahí que antes de implementar cambios, de asumirlos y llevarlos a cabo, los retrasamos, los evitamos o les buscamos mil razones e incluso datos que nos reafirmen en nuestra primera idea de que el cambio no es positivo.

Nos vamos adaptando

Desde hace ya tiempo, supongo que desde el mismo inicio de la pandemia, asistimos a ese proceso de resistencia por parte de personas y empresas. En muchos casos hay razones de peso. Es verdad que ha sido un proceso hecho de forma repentina, sin haber previsto ninguna medida social ni tecnológica, por lo que es normal que tenga algunas consecuencias negativas. Los primeros estudios que vamos teniendo con cierta perspectiva nos hablan de problemas de adaptación, de problemas de conciliación, de mayor carga de trabajo o de más estrés.

Como sucede en cualquier proceso de cambio, tras las resistencias, la observación de los beneficios y de los aportes nos van animando a adaptarnos. Hemos ido comprobando los beneficios del teletrabajo en las posibilidades de conciliación o en la misma gestión de nuestras agendas que han reducido de forma importante el tiempo dedicado a desplazamientos, una gran cantidad de tiempo ahorrado que hemos invertido en otras cosas. Parece que, poco a poco, empezamos a estar cómodos con el teletrabajo

Pero…

Pero, aún así, en estos momentos nos encontramos con un retroceso que no deja de sorprender, al menos a mí: La fuerza laboral está dejando de teletrabajar desde que se inició la primera ola Covid.

No sólo han vuelto aquellos profesionales que “obligados” por la situación del confinamiento tuvieron que recuperar el trabajo presencial para poder desempañar su rol al 100%. Han vuelto muchos otros. Un estudio de Randstad da números: más de un millón de profesionales han dejado de teletrabajar desde el final de la primera ola Covid.

Así que la pregunta es ¿ Si estamos viendo las ventajas del teletrabajo, por qué volvemos al presencialismo?

Una razón de peso

Este artículo “Las empresas echan números: ¿y si el teletrabajo no sale a cuenta con la nueva ley?” en Neus Diario nos da un porqué bien claro y concreto. Las empresas dicen que no les sale a cuenta:

“Nos sale más a cuenta que los trabajadores vuelvan a la empresa si el plus por los gastos extra es muy alto”, especialmente cuando la sede o el lugar físico de trabajo es en propiedad pues no hay margen para reducir gastos. En ese caso, el teletrabajo siempre será un gasto añadido. Y eso es algo que las empresas no quieren ver jamás, claro está.

En el mismo artículo Arancha de Las Heras, Presidenta de UDIMA señala cuál puede ser el escenario en el corto plazo: “No creo que se implante un teletrabajo total en España y probablemente a lo que se recurra es a un trabajo en el domicilio por debajo del 30% para no tener que aplicar la normativa”.

A la normativa a la que se refiere es al Real Decreto-ley 28/2020, de 22 de septiembre, de trabajo a distancia, una normativa que, dada esa valoración de costes, va camino de suponer un freno al teletrabajo, cuando menos en compañías de tamaño medio y pequeño.

Por la contra, compañías como BP Oil España, ya recogían con anterioridad este complemento en su Convenio Colectivo los complementos para teletrabajar:

De 6.407,52€ brutos anuales (revisables anualmente) como compensación de los gastos derivados, hasta 1.900,00€ para realizar obras de acondicionamiento (autorizadas y justificadas) en la vivienda.

Otras empresas entendieron el nuevo escenario como una oportunidad y desde muy pronto trabajaron para adaptar su modelo de negocio al entorno digital. Liberty Seguros empezó por preguntarle a sus profesionales como preferían trabajar. En Europa el 93% respondió que prefería hacerlo desde casa. Hoy cierran sus oficinas y a los trabajadores que elijan trabajar desde casa les darán 200 euros al mes para gastos extras y 465 para montar su escritorio.

Puede que, entonces, teletrabajar no sea más caro

Porque, a pesar del mantra de que el teletrabajo es más caro, la verdad es que no parece que sea así. Todo lo contrario. Tenemos estimaciones que avalan que el teletrabajo ahorra a las empresas hasta 5.000 euros al año por cada trabajador. Y en el ámbito internacional se habla de un ahorro de 10.000 $ al año por persona (Global Workplace Analytics).

A estos ahorros habría que añadir los beneficios de carácter social, algunos ya asumidos como objetivos por la sociedad en su conjunto como, por ejemplo:

  • Desacelerar el cambio climático
  • Reducir los accidentes de tráfico
  • Mejorar la salud de los profesionales con más horas de sueño, reducción del estrés o cuidado de la alimentación

¿ Qué valor tienen estos beneficios para las empresas ? ¿ Cuánto valen exactamente ?

Teletrabajo y futuro inmediato

Hasta ahora veníamos hablando del teletrabajo como una cuestión de cultura y una cuestión de valores. Pero es cierto que también es una cuestión de dinero. Los profesionales parecen saberlo mejor que las empresas pues fueron quienes asumieron los costes en un primer momento. Ahora, cuando los cálculos deben hacerse en las organizaciones parece que los ajustes solo se valoran en términos de costes y no de inversiones (o de reducción de costes).

Recuperar el presencialismo buscando la justificación en los costes no parece el mejor compañero de viaje en el proceso de digitalización de las organizaciones. Un proceso, cabe recordar, que debe centrarse en las personas. Si la organización no entiende el valor y los aportes de la tecnología en el trabajo difícilmente van a poder transmitírselo a sus profesionales. Ya, a partir de ahí, hay consecuencias previsibles en términos de pérdida de competitividad o de posicionamiento en cuestiones clave como la atracción del talento necesario para la organización ( el teletrabajo pondrá distancia entre las empresas que lo ofrecen y las que no ).

Es verdad que existen distintas opiniones y hay debate (que parece concluir en un modelo flexible y distribuido) pero, si las grandes empresas de nuestro tiempo parecen abrirse al trabajo en remoto ¿ por qué no lo hacen otras ? Si en otros países el trabajo en remoto parece consolidarse ¿ Por qué aquí no ? ¿ Por qué la fuerza laboral está dejando de teletrabajar ?