El pasado mes de junio tuve la oportunidad de conversar sobre cómo la mal llamada IA está cambiando los procesos de selección y, en consecuencia, la búsqueda de empleo.
La oportunidad me la brindó el Área de Empleo de Santa María La Real a quien le estoy muy agradecido por su consideración. Además me gustaría reconocer aquí que me encanta su trabajo, especialmente por lo innovador. En su momento proyectos como las Escuelas Taller o las Lanzaderas de Empleo se convirtieron en las propuestas más brillantes del firmamento de las políticas activas de empleo. De hecho obligaron a los servicios públicos a incorporarlas o a implicarse en ellas.
Hoy siguen haciendo propuestas innovadoras y programando actividades como estos webinars a los que me invitaron.
No solo ha sido una fantástica experiencia de aprendizaje y un rato estupendo, también una muy buena oportunidad para empezar a hablar de cuestiones que en la búsqueda de empleo empezarán a ser claves: la coincidencia de nuestro CV o perfil con una oferta de empleo, la utilización de nuevas herramientas para responder a ofertas, las nuevas competencias ligadas a las entrevistas online… Espero que resultara interesante.
La primera vez que escuché situar a la cocina como un ejemplo de actividad que sabe adaptarse al nuevo escenario de la economía digital fue al gran Genís Roca. Desde esa he debatido sobre el tema en muchas ocasiones. Soy uno de los muchos que ven en la cocina un ejemplo de cómo desarrollarse en el nuevo entorno de la sociedad digital. De hecho es un ejemplo al que suelo recurrir en talleres, exposiciones y demás trabajos grupales. Y últimamente, cuando lo comento, no hago más que reafirmarme.
Suelo utilizar el tema de la cocina para comparar su situación con la de otras actividades o sectores. Hace unos meses lo hacía en unos talleres con un grupo de docentes. Con ellos planteábamos la pregunta que ahora en septiembre me vuelvo a cuestionar: ¿ Podemos imaginarnos que la educación fuera hoy similar a la cocina ? ¿ Qué significaría eso ?
Si algo caracteriza a la cocina es que no está relegada a la parte trasera de un restaurante. Hoy la cocina está en la red de todas las formas imaginables. Tenemos recetarios, publicaciones, una inmensa cantidad de blogs de todo tipo, desde profesionales a influyentes aficionados, cocineros accesibles en las redes, eventos, debates, empresas… Una intensa proyección digital que no se ha centrado en los miedos y/o en los peligros de la era de la hiperconectividad.
Todo lo contrario. La actividad de la cocina se ha venido centrando en la creatividad y en compartir. No solo se comparten y se reinventan las recetas. La cocina se caracteriza en los últimos años por su difusión y por su colaboración. Muchísimos profesionales participan de forma conjunta en multitud de eventos. Una gran cantidad de ellos se agrupan, trabajan en equipo o colaboran de alguna manera.
Con todo, en la sociedad en general se ha hecho muy presente la temática de la cocina. Muchas más personas disfrutan de eventos relacionados de ella. Los cocineros se han instalado en el reconocimiento social. De la misma forma que casi cualquiera puede citar a un futbolista o a un director de cine, puede citar a algún cocinero de éxito. Es más, no creo que sea atrevido afirmar que en el mundo el más conocido de nuestros profesionales (fuera del ámbito deportivo) es un cocinero. Y ello porque ha hecho de la creatividad, del cambio y del movimiento, la idea central de un trabajo intenso.
La cocina cuenta con un un sin fin de publicaciones. Tiene su propio y exitoso canal de televisión. No conozco cifras de televidentes, pero todo el mundo lo conoce y está integrado en casi todas las ofertas televisivas. En mi entorno hay un buen número de personas comprando moldes para trabajar el chocolate o experimentando con recetas del canal de televisión. Y a esto se le pueden sumar muchos seguidores de distintos concursos y propuestas de telerealidad en los canales generalistas. Además, nuevas aplicaciones multiplican las posibilidades de que particulares ofrezcan experiencias culinarias fuera de los canales tradicionales.
Volvamos ahora a la pregunta del principio. ¿ Podemos imaginarnos así a la educación ?
Estaríamos hablando de una actividad que se desarrollaría más allá de las paredes en las que habitualmente la encerramos. Y no solo eso. También sería una actividad que tendría a la participación y a la cooperación como protagonistas.
La sociedad en general participaría de la temática y eso no significaría que se pierda el valor de los profesionales. Tengo mi opinión sobre un plato de Arzak. Incluso puedo intentarlo en mi casa. Pero yo no soy Arzak. Es decir, cada persona asumiría su papel en relación a la educación pero con sentido participativo y crítico. Y los referentes serían conocidos y podríamos citar a alguien en este campo que no fuera el/la Ministro/a de turno ¿ Alguien puede citar un solo maestro o pedagogo con reconocimiento social ?
Los docentes se juntarían en eventos a los que acudiría el público en general. Podrías escuchar a profesionales de referencia, participar de experiencias, debatirlas en la red, contrastarlas en tu entorno habitual, escribir sobre ellas… Y todo se haría partiendo de la idea de colaborar, compartir, crear, no en la de mantener un falso status profesional, no en la de atacar a un profesorado al que no sé por qué no valoramos cuando se hacen cosas excelentes.
Habría programas televisivos hablando de educación (no la escasísima oferta actual), concursos con actividades y proyectos educativos. Las familias y la sociedad en general serían partícipes de estos programas. De la misma forma hablarían sobre la actividad educativa en sus blogs o en los blogs de los profesionales que tuvieran de referencia. Especialmente con los profesionales de los centros educativos de su zona. Participarían de la actividad de estos centros, conocerían al personal y pasarían por allí habitualmente, igual que lo hacen por los bares de su entorno.
La escuela les parecería un lugar abierto en el que pueden participar, les generaría un sentimiento de pertenencia. Un lugar en el que la participación crearía cierto sentimiento de grupo, de equipo.
Es solo imaginación. Y es una pena. Una pena que no vivamos la educación como algo propio en lo que todos podemos participar desde el papel que nos corresponde. Aún así algunos no dejamos (me sumo) de apuntar deseos educativos año tras año.
No me extiendo. Es que en estos días de vuelta al cole he tenido ese cíclico sentimiento de que la educación dedica demasiado tiempo a cuestiones absurdas, nímias o superadas. Desde el lastre de los libros de texto a los deberes, pasando por la prohibición de dispositivos o fotos. Cuando pienso en algo tan importante como la educación, en la que todas las personas deberíamos estar implicadas en el papel que nos corresponde, me gusta pensar en la cocina. Me resulta un buen espejo.
Me resultó muy grato leer cómo Fabian trata de anticiparse de forma clara, concisa y justificada a cuestiones importantes para el mercado laboral. Coincido plenamente en la necesidad de anticiparse y legislar, aunque reconozco que esa no es mi materia. Como orientador laboral preciso un mínimo de conocimientos jurídico laborales. Pero solo eso, un marco mínimo que me permita no decir demasiadas tonterías. Así que no es mi objetivo definir en términos legales la relación entre los conductores de Uber y la plataforma. Tengo mi opinión personal, pero nada más.
Dejando esto claro desde un principio, el articulo de Fabian me pareció una buena oportunidad para aportar mi punto de vista sobre el tema de Uber. La he comentado muchas veces en público pero nunca aquí. Y, especialmente, sobre el papel de la justicia en todo esto. Concretamente la española que nos ha dejado sin la oportunidad de aprovechar Uber en términos de empleo. Todo gracias a su posicionamiento y a su inaceptable lentitud que la hace inservible para una sociedad digital caracterizada por el cambio constante. La respuesta de la justicia española a la propuesta de Uber llegará tan tarde que ya no será necesaria. Esta es una de las principales ideas que me gustaría señalar.
Escribí en los comentarios al artículo, pero ese no es lugar para explicar y justificar. Llevado por la inmediatez, cometí errores importantes que querría corregir. Además me gustaría matizar, concretar y completar lo que dije allí, dándole un poco más de estructura y de respaldo de hipertexto:
Ciertamente necesitamos adaptar la legislación laboral a un nuevo entorno con características realmente diferentes. Pero, coincidiendo en esto, creo oportuno señalar que, refiriéndonos a Uber (hacer un todo con otras plataformas me parece muy complejo ) primero será necesario que pueda existir, algo que en España no sucede. O lo hace de forma extremadamente limitada.
Pero, en cualquier caso, anticiparnos ya no será posible. Jurídicamente se tarda tanto que cuando Uber venga, ya no necesitaremos ninguna legislación laboral. Definir la figura del conductor en los marcos que conocíamos (cuenta ajena o propia) o en otros nuevos puede que sea necesario pero solo para ahora mismo y para los próximos años.
Aún así tengo mis dudas sobre el carácter laboral de algunos elementos comentados en el artículo. Creo que algunas de las condiciones que exige Uber ya se establecen (y más duras) en relaciones como las de franquiciado y no por eso se consideran laborales. Además los conductores de Uber pueden trabajar para otras compañías como Lyft de forma simultánea. No es lo mismo pero en España esto estaría más próximo a la figura del autónomo dependiente.
A mi lo que no deja de sorprenderme son las quejas al modelo de Uber cuando durante años el sector del taxi se ha mantenido con personas subcontratadas haciendo horas infinitas en los peores turnos. Un modelo que no solo se ha dado en España y que ha sido perjudicial para los trabajadores y los clientes. Y todo el mundo utilizó sus servicios sin mayores problemas.
Reconozco que nunca he sido un gran usuario del taxi por diversas razones y siempre he evitado utilizar sus servicios. Aún así he tenido experiencias negativas para llenar unos cuantos folios, como muchas otras personas.
Por la contra soy usuario de Uber desde que se instaló en España. En mi caso, las malas experiencias aún están por venir. Bueno, he tenido una. Un conductor no pudo recogerme en Madrid. Tenía miedo. Era un famoso conductor de Uber al que le dieran una paliza en el aeropuerto. Después de que la noticia saliera en la prensa se personaron en su casa a modo de, “sabemos donde vives y donde está tu familia”… Una versión extrema que no anecdótica de un corporativismo poco favorecedor de nuestro desarrollo económico, creo yo.
Como decía, mi experiencia en Uber es completamente diferente. Y por lo que me cuentan los conductores, también para ellos. He utilizado Uber en España, en UK, en Rusia… Este verano lo he hecho mucho en U.S.A. No ha habido un solo viaje en el que no le preguntara a los conductores que tal les iba. Aún estoy por obtener una respuesta negativa.
Y es que lo que se señala en el artículo como condicionantes que Uber impone resultan bastante moderados. ¿Cómo no van a exigir un dress code ? Es mínimo. Más que mínimo diría yo 😉 y de sentido común.
Por cierto, no es que Uber se reserve la modificación del precio de los viajes de forma arbitraria. Es verdad que el precio base lo marca la empresa pero este no se modifica de forma caprichosa cada mes. La mayor parte de las variaciones se producen según varíe la demanda. En momentos punta puede elevarse mucho. Un día en Londres tuve que buscar alternativas porque el precio se me hizo inalcanzable. Lo mismo me sucedió hace unas semanas en USA. Acabé cogiendo el autobús. Es el resultado de una demanda infinitamente superior a la oferta en un momento concreto. Una bendición para los conductores que están protegidos en otras cuestiones como la cancelación de sus viajes, algo que al modelo tradicional le resulta imposible de ofrecer.
Más allá de estas cuestiones y de otros problemas, que los tiene, todas las personas señalan dos factores fundamentales para trabajar con Uber y que Fabián menciona en el artículo: trabajo cuando quiero y me pagan puntualmente.
Estos son elementos clave para cualquier trabajador en el mundo. Pero en España de forma especial. Aquí eso es una ciencia ficción en la que ese trabajador (o trabajadora, el tema mujer y Uber, merecería un capítulo aparte como anticipa el video de más abajo) querría vivir permanentemente. No podemos olvidar que nos movemos en cifras record en cuanto a horas extras no pagadas.
Así que es momento (bueno, lo es desde 2014) de pedir de una vez por todas que se levante esta prohibición y nos dejen entrar en este nuevo modelo. No solo por una cuestión básica de libertad de mercado y derechos de los clientes. También por lo que Uber puede aportar en la lucha contra el desempleo y la desigualdad social, el primer problema de España según los ciudadanos. O por lo que pudo aportar desde ese año 2014. En cualquier caso deberíamos aprovechar todo el tiempo que podamos.
No va a solucionar nuestro problema, claro que no. Pero podría significar (pudo significar desde el 2014) una importante salida laboral para muchísimas personas que hoy no tienen ingresos pero tienen coche. Más de la mitad de las personas en desempleo no tiene prestación. Dos millones de ellas son paradas de larga duración muy alejadas del empleo. Eso que llamamos de baja ocupabilidad. No tengo el dato, pero apuesto a que un buen número de ellas podría disponer de un coche con el que completar los ingresos de un salario social o con el que, directamente, buscarse la vida. Y hacerlo cuando quiera /pueda.
Si esto sucediera estaríamos en condiciones de definir de qué tipo de trabajo estamos hablando, por cuenta ajena, por cuenta propia o de una nueva relación. Incluso podríamos hablar de la representación sindical que en el modelo actual es profundamente deficitaria.
Pero, como vengo diciendo, me temo que ese debate no será necesario. Como muchas otras veces en España, llegaremos tarde. Nos queda muy poco tiempo para aprovechar la oportunidad que Uber significa en términos de empleo.
Durante estos años un buen número de personas podrán buscarse la vida con Uber en distintos países. En España no. Eso si, habremos debatido un montón sobre un futuro que nunca se ha concretado.
Desde mi punto de vista lo sucedido con Uber muestra algunos de los problemas que tenemos para adaptarnos a la sociedad digital. La justicia y los poderes públicos en general, se mueven a ritmo de marmota, anteponemos intereses corporativos, políticos o personales a la innovación y a los cambios, no enfrentamos los problemas que nos son comunes, perdemos demasiado tiempo debatiendo y proponiendo sin tomar medidas concretas… Problemas profundos que exigen cambios importantes.
Ahora bien, en lo que refiere al empleo lo sucedido con Uber debería ser un buen ejemplo del que aprender. La cuestión vital del empleo en lo inmediato y en el futuro próximo reside en la automatización. Y en los efectos que ya está teniendo en el mercado de trabajo y en la sociedad.
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