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¿ Políticas activas de empleo para trabajar menos ?

El trabajo en el S. XXI

Work Less

Hace tiempo que enfrento una paradoja (muchas en realidad). Por una parte me encanta dedicarme a la promoción del empleo. No solo me satisface, también lo siento como muy necesario. Todos los días trabajo con personas que necesitan un empleo. Por razones económicas, por razones sociales y por razones emocionales.

Por otra parte, soy un convencido de que ya no es necesario que el trabajo ocupe tanto tiempo de nuestra vida. Es más, soy de los que creen que el factor trabajo ha venido reduciendo su peso en la economía y en la sociedad en general. Bueno, esto no es una creencia, es un hecho. Las rentas del trabajo han ido perdiendo peso relativo frente a las rentas del capital, algo que afecta negativamente a la distribución y a la cohesión social.

La idea de que podemos trabajar menos no es nada original. Hay muchos pensadores que creen que estamos en el momento en el que podemos plantearnos trabajar menos, puede que mucho menos, y vivir mejor. Incluso Linkedin sitúa la propuesta de trabajar menos como la primera Gran Idea de su lista de tendencias para 2020. Parece, pues, que hemos logrado la tecnología necesaria para contar con la suficiente productividad como para trabajar menos.

La evolución tecnológica nos ha permitido superar las más terribles escenas del industrialismo, aunque eso no quiere decir que hayamos generado entornos suficientemente sanos. Sencillamente vivimos un mundo laboral con otros entornos que también tienen sus consecuencias negativas. Y, con todo, la consideración que se tiene del trabajo sigue siendo completamente desproporcionada y perjudicial para nuestro bienestar. Las personas que pasan la mayor parte de su tiempo vital trabajando pueden ser millonarias, consultoras o analistas financieras, pero se diferencian muy poco del trabajador de las fábricas del S. XIX. Son objetos económicos cuya vida solo tiene valor en términos del trabajo que realiza. Trabajar menos significa vivir mejor.

Propuestas y experiencias

Sea como sea, lo que sí es cierto es que no nos hemos planteado la tecnología para trabajar menos. Nos la hemos planteado para aumentar la productividad y reducir gastos. Así que ¿Por qué no nos planteamos que ya vivimos en un mundo con tecnología suficiente para trabajar menos y dedicarnos a otras actividades que nos satisfagan más o sean socialmente necesarias? En este sentido empiezan a aparecer en nuestro país (y en otros) las primeras propuestas políticas que buscan que trabajemos menos.

Este planteamiento encuentra críticas. Críticas más agudas cuando se hacen en la pequeña dimensión que supone una organización, una empresa. Cuando alguien propone reducir las jornadas, enseguida surge la pregunta sobre cómo se cubrirá la pérdida de horas de un/una trabajador/a. Reducir la jornada cobrando igual supone aumento de costes laborales, lo que puede llevar a un mayor desempleo. Y es verdad, será preciso planificar cómo hacemos eso. Pero los resultados de las investigaciones parecen respaldar la propuesta por el aumento de la productividad, a mayores de otros beneficios como la reducción de gastos o de bajas por enfermedad. Incluso hay quien llega a reducir las jornadas a 25 horas sin restar cotizaciones o salario y se mantienen como organizaciones rentables.

En general las experiencias de empresas que se animan a probar reducciones de jornada se están encontrando con resultados tremendamente positivos. La prueba realizada este año por Microsoft en Japón obtuvo conclusiones espectaculares. Reduciendo de cinco a cuatro días la jornada semanal la productividad aumentó un 40%, además de lograr otros ahorros como de electricidad o de generación de residuos.

En España empresas como Inditex han anunciado semanas más cortas eliminando la tarde de los viernes. Otros estudios hablan del aumento de la productividad en jornadas de seis horas frente a las de ocho, permitiendo reducir el número de reuniones y tareas inútiles o poco productivas.

A estas experiencias y propuestas habría que añadir otras cuestiones que nos muestran la necesidad de repensar las horas que dedicamos al trabajo. La emergencia climática reducirá el número de horas que podremos dedicar a trabajar. Y el trabajo en remoto permitirá (ya lo hace) a más personas y en más profesiones ejercer muchas horas de su labor sin desplazarse. Es más las posibilidades del trabajo en remoto aún están por desarrollarse

¿ Para qué reducir las jornadas laborales? ¿ Para qué hacerlo de forma planificada ?

La jornada de ocho horas no fue algo planificado. Fue el fruto de la lucha sindical. Igual que cualquier otra conquista social tiene sus bases en la lucha de las personas por lograr mejoras. En este caso, en cambio, podríamos llegar a un nuevo mundo laboral de forma planificada, lo que no solo tendría menos costes en todos los sentidos, también podría resultar más eficaz.

Pero ¿ Para qué deberíamos hacer eso ? ¿ Deberíamos trabajar menos solo porque podemos ?

La respuesta podría ser afirmativa. Si podemos trabajar menos, ¿ Por qué no vamos a hacerlo ? Pero sería incompleta. Y es que debemos trabajar menos porque lo necesitamos. Reducir las jornadas laborales es el único camino para lograr enfrentar labores como el cuidado de los otros. Y el único camino para lograr mayor corresponsabilidad y vivir mejor. De hecho, los países en los que las personas son más felices (sí, un término denostado por el uso, pero si no buscamos la felicidad qué sentido tiene todo) son aquellos en los que menos horas se dedican a trabajar.

Educar a nuestros hijos, cuidar de nuestros mayores, de aquellos que precisan ayuda y apoyo de forma constante, es algo que necesita tiempo. No, no se trata de crear “guarderías” o de ampliar el horario de las escuelas para que padres y madres puedan ir a trabajar. Se trata de garantizar que los padres y las madres cumplan su papel con el tiempo que esto precisa. Y lo mismo para cualquier otra situación de cuidado y acompañamiento que no sean los hijos.

Y aunque no cuidemos de alguien o no dediquemos nuestro tiempo fuera del trabajo a alguna causa, trabajar menos también se va haciendo necesario para la productividad y la eficacia profesional. Dedicar más tiempo a nuestras aficiones nos convierte, por ejemplo, en profesionales más creativos, una competencia imprescindible en el marco laboral actual. No tenemos dos vidas, no somos dos personas distintas. Lo que hacemos en lo personal influye en lo profesional y viceversa.

Razones suficientes

Así que, desde mi punto de vista, tenemos razones suficientes para planificar un futuro próximo en el que trabajemos menos. Con lo cual… ¿ Debemos contar con políticas públicas que preparen a las personas para esta nueva realidad ? ¿ Debemos cambiar el concepto de las políticas activas de empleo ?

Yo creo que sí, que debemos generar políticas que busquen garantizar una mayor igualdad de acceso a la educación o a bienes y servicios en un entorno en el que muchas personas trabajarán menos.

En este escenario, ¿ Qué opinas ? ¿ Deberíamos planificar nuestras políticas de empleo para trabajar menos ?

Imagen: Reuben Whitehouse en Flickr. Bajo licencia creative commons.

El papel de la orientación laboral en las políticas de empleo

Tras difundir en Twitter un artículo sobre el papel clave de la orientación laboral en las Políticas Activas de Empleo, Selina Otero de Faro Educa me contactó para indagar sobre la cuestión. Se interesó por los estudios que demuestran la eficacia de la atención individualizada a la hora de mejorar los resultados de inserción laboral de las personas en busca de empleo. Me pedía que le mostrara los resultados o la información suficiente que permite sustentar la afirmación de que la orientación laboral es una de las medidas (la más) eficaz en la lucha contra el desempleo. Esto no es nada fácil así que, claro, me lo tomé como un pequeño reto que tuve que responder en un tiempo muy limitado.

El resultado es un pequeño artículo con información y datos que en algún caso ya había utilizado en el blog. Con otros añadidos creo que puede servir muy bien para mostrar la importancia y el peso de la orientación laboral. Y para, una vez más, volver a reclamar que la orientación laboral se convierta de una vez por todas en un servicio garantizado a lo largo de la vida y, más específicamente, en el ámbito de las políticas de empleo en el que yo me desenvuelvo.

Aquí puede enlazarse al artículo publicado que está tal y como se lo envié a Selina, lo que le agradezco de forma muy especial. Al igual que el titular que fue una magnífica elección suya.

Entrevistas de orientación laboral Vs entrevistas de selección

Explicar qué hacemos en orientación laboral tampoco resulta sencillo, aunque pudiera parecerlo. Y si me atengo a lo que las personas buscan en nuestros servicios creo que no hemos sabido explicarlo bien. Aunque puede que no sea una cuestión de explicación. Igual es que no sabemos poner en valor lo que hacemos.

El caso es que hay muchos conceptos equivocados sobre lo que podemos aportar. Hay quien considera que nuestro trabajo consiste en que tenemos una bolsa de empleos para ofrecer a las personas con las que trabajamos. Y si esto no es así, no tenemos ninguna utilidad. Hay quien piensa en nosotros en términos anteriores a internet y cree que tenemos todas las respuestas, toda la información necesaria para encontrar empleo y que conocemos todos los recursos que existen en el planeta. También hay quien nos considera meros burócratas o un incordio con el que hay que lidiar pero que, en realidad, no tenemos ni idea de cómo funcionan las cosas.

Hay, en definitiva, muchas visiones y expectativas que cuando no se cumplen, provocan que nuestro trabajo se vea infravalorado. Entre ellas me gustaría mencionar una con la que me he vuelto a topar en los últimos meses, en concreto con personas y empresas que realizan ofertas de empleo.

Muchas empresas y algunos profesionales que se dedican a buscar y contratar personas creen que hacemos entrevistas de selección. Y, claro, esto es lo que buscan en nosotros, que seleccionemos personas en función de criterios de competencias y/o actitudes (con valores aún no he tenido ninguna experiencia).

Cuando tratamos de explicar que no hacemos eso, viene la consiguiente decepción. Y con ello la infravaloración de nuestro trabajo: Y si no hacéis eso ¿ Qué hacéis ?

Creo que el hecho de realizar entrevistas individuales como estrategia principal debe dar lugar a confusión. Muchas personas piensan que realizamos entrevistas de selección. Pero no, las entrevistas de orientación no son entrevistas de selección. Las entrevistas de orientación pueden ser de distintos tipos (de acogida, iniciales, de seguimiento, de apoyo…) pero las primeras, las que podemos denominar de diagnóstico tienen un objetivo distinto al de la selección de personas.

Nuestras entrevistas en ningún momento pretenden casar los criterios de un empleo, puesto o empresa con las características (competenciales o de otro tipo) de una persona. El objetivo es bien otro, el de conocer la situación de la persona frente al mercado laboral y, en la medida de lo posible, anticipar qué hacer (también cómo) para llegar al empleo en el menor tiempo posible.

En este sentido podríamos decir que el objetivo de la entrevista es determinar las seguientes variables:

  • Disponibilidad: variable que considera las posibles limitaciones de jornada y/o movilidad geográfica que presenta la persona para poder acceder a una ocupación, en función de circunstancias personales objetivas. La disponibilidad es, por lo tanto, un valor objetivo único de la persona y no varía en función de la ocupación.
  • Ocupabilidad: variable que considera la tendencia, probabilidad o frecuencia con la que existen ofertas de una determinada ocupación que explora la persona en su entorno de búsqueda. Por lo tanto, para cada ocupación que explore, la persona podrá tener una ocupabilidad diferente.
  • Empleabilidad: variable que considera el nivel de ajuste del perfil de la persona al que se requiere para acceder a la ocupación que busca. Por lo tanto, para cada ocupación se podrá tener una empleabilidad diferente.

Como es fácil suponer en una entrevista se puede obtener información que permite ir más allá del diagnóstico de estas variables. Pero, con vistas a determinar las posibilidades de acceso a un empleo o las necesidades a cubrir para lograrlo, estos factores son elementales.

Para este trabajo la orientación laboral está esperando (en mi caso deseando) que se implanten herramientas de perfilado que puedan ayudarnos a conseguir mejores resultados, más efectivos y eficaces. Aunque con cambios, parece que la idea no se ha abandonado. Pero, mientras no se concreta, seguiremos diagnosticando las posibilidades de empleo de las personas y apoyándolas y respaldándolas en un proceso casi siempre difícil.