Un tristísimo suceso, demoledor, protagonizó las conversaciones y el ánimo de mi entorno más inmediato a principios de verano. No se hablaba de otra cosa. En un ayuntamiento de mi comarca un niño de tres años murió en un coche después de que su madre se olvidara de llevarlo a la escuela infantil, como hacía todos los días de forma automática. Sí, en la comarca el dolor fue insufrible y pensar en el niño y en su madre inevitable. Pensar en la madre es de esas cosas tan dolorosas que uno procura sacarlas de su cabeza
En las conversaciones sobre el suceso se hablaba mucho de cómo pudo pasar. Un tema complicado a la par que delicado. No quiero hablar mucho de ello. Pero es que, en mi caso, y de ahí que haya mencionado el suceso, me resulta imposible no pensar en el trabajo y en el papel que juega en nuestras vidas. Con ello no quiero apuntar ninguna explicación ni aventurarme a nada que no corresponda con este blog. Solo volver a señalar el papel a veces enfermizo que el trabajo tiene en nuestros días.
Y es que en sucesos como este (otro caso similar ha tenido lugar en Portugal estos días) mi pensamiento se va, a mayores de al señalado dolor, al papel que el trabajo juega en nuestra vidas: ¿Cuánto ocupa nuestras mentes? ¿Cuánto condiciona nuestro comportamiento? ¿Cuánto afecta a nuestra vida en general? ¿Cuánto nos condiciona en nuestro carácter o en cómo nos relacionamos con familia y amigos? ¿Cuánto nos afecta emocionalmente? ¿Cuánto está influyendo en nuestra salud mental?
Salud mental y empleo: situación
Hace muchos años que investigaciones, estudios y expertos hablan de la importancia clave de tener trabajo para la salud mental, especialmente en colectivos con más dificultades. Pero, en mi opinión, se habla poco de lo que el trabajo contribuye a la erosión de la salud mental de las personas. Sí hay trabajos que hablan del impacto de la precariedad y de otras situaciones en la salud mental pero los datos no parecen mostrar que estemos actuando en consecuencia. Ni siquiera que estemos dándole la importancia que tiene.
La salud mental es un componente esencial de nuestro bienestar general y su importancia se ha vuelto cada vez más evidente en el contexto laboral. En España, como en muchos otros países, la relación entre salud mental y trabajo es un tema crucial que requiere atención y acción. Un problema que enfrentan trabajadores y empresas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la depresión y la ansiedad son dos de las principales causas de discapacidad en el mundo. En España, los datos disponibles respaldan esta preocupación. Algunos estudios señalan a un 29% de la población española afirmando haber experimentado síntomas de ansiedad y 5 de cada 100 personas están diagnosticadas con depresión.
La pandemia contribuyó negativamente pero no parece que fuera el momento más problemático. En mayo de este año 2023 se registró el mayor número de bajas laborales por “trastornos mentales” en datos del INSS, bajas que se han duplicado desde el año 2016.
Estos datos no se ven contrarrestados con recursos proporcionales a la dimensión del problema. Es cierto, creo yo, que hay más visibilización de esta realidad en el ámbito de la prevención de riesgos. Pero no es menos cierto que los recursos y las respuestas que damos a la situación siguen siendo insuficientes.
En España hay 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes frente a los 18 de media de la UE. Y las intervenciones de los organismos y organizaciones competentes en el ámbito de la prevención de riesgos laborales así como las posibilidades de denuncia e intervención no son fáciles, por decirlo de forma rápida.
Ya no es un problema de solo unos determinados empleos
A pesar de que hay trabajaos especialmente dañinos para la salud física y mental, normalmente feminizados y precarizados, la realidad es que los trabajos tóxicos no son una anécdota ni algo que se dé en una actividad concreta o en un entorno específico. Están extendidos por todo el mercado laboral y en todos los países de tal forma que hasta muchas de sus características las hemos normalizado y aceptado.
Lo mismo sucede en las ofertas de empleo. De la misma forma en la que normalizamos discriminaciones que ahora tratamos de superar y empiezan a parecernos aberraciones (edad, origen geográfico, sexo…) hoy aceptamos ofertas de empleo que incluyen requisitos como Trabajar bien bajo presión, Manejar bien el estrés u otros eufemismos completamente rechazables. Es más, ese lenguaje en las ofertas es una señal de alerta que nos avisa que ni la oferta ni la compañía es recomendable si queremos proteger nuestra salud mental
Todas estas cifras de bajas se traducen en un alto número de trabajadores que luchan con problemas de salud mental mientras cumplen con sus responsabilidades laborales. De hecho el riesgo de sufrir acoso laboral es muy alto, tal y como muchas informaciones y estudios nos señalan, con las obvias consecuencias para nuestra salud mental.
En este contexto la salud mental es también un problema de gestión en las pequeñas y medianas empresas. Para una pequeña organización suele ser difícil enfrentarse a situaciones para las que casi nunca tienen recursos. Por ejemplo, en una pequeña empresa situaciones como que una persona quiera trabajar sin estar en condiciones de producir o que el hecho de que trabaje genere problemas con otros miembros del equipo, puede conllevar un problema de gestión para el que no cuentan con recursos ni conocimientos suficientes
Factores que contribuyen a los problemas de salud mental
Varios factores contribuyen a la prevalencia de problemas de salud mental en el entorno laboral español. Entre ellos yo mencionaría:
- La señalada precariedad laboral: La inestabilidad en el empleo, la temporalidad y la falta de seguridad laboral pueden generar una gran ansiedad. En España el miedo a no tener trabajo es especial y tradicionalmente alto. Las preocupaciones sobre la pérdida de empleo y la dificultad para encontrar otro pueden ser desencadenantes de trastornos mentales.
- Carga de trabajo: El aumento de la carga de trabajo y las expectativas poco realistas pueden llevar al agotamiento y al estrés. La presión constante por cumplir con plazos ajustados y mantener altos niveles de productividad puede tener un impacto negativo en la salud mental.
- Estigma: A pesar de los avances en la comprensión de la salud mental, persiste un estigma en torno a los problemas psicológicos en el lugar de trabajo. Esto puede llevar a que los trabajadores eviten buscar ayuda por miedo a ser juzgados o estigmatizados.
- El acoso laboral: También señalado antes, está tremendamente extendido y muchísimas personas viven con el miedo y la ansiedad que estas situaciones producen. Inaceptable.
Qué podemos hacer
Como decía, es verdad que el problema de la salud mental en relación al trabajo está cada vez más presente, pero las medidas siguen siendo insuficientes. Incluso la información que manejamos precisa de análisis más específicos desde una perspectiva de género, de contextualización territorial, de edad…
Algunas iniciativas que parecen imprescindibles, que empiezan a verse pero que, insisto, en mi opinión siguen siendo insuficientes, pueden ser:
- Políticas de empresa: Cada vez más empresas están implementando políticas y programas de bienestar que incluyen apoyo psicológico, flexibilidad laboral y estrategias para reducir el estrés.
- Legislación laboral: No soy jurista pero la impresión en mi ámbito de trabajo es que la legislación laboral para proteger a los trabajadores precisa actualizarse. En concreto en lo que refiere a medidas contra el acoso laboral y el reconocimiento de problemas de salud mental como causa de baja laboral. En este ámbito, en mi opinión, la acción de organismos como la inspección sigue siendo muy tenue.
- Promoción de la concienciación: Se hacen campañas para concienciar sobre la importancia de la salud mental en el trabajo y para reducir el estigma asociado desde muchos ámbitos pero, parece obvio, necesitamos hacer más. Por cierto, el próximo 10 de octubre será el Día Mundial de la Salud Mental.
La salud mental en el trabajo es un desafío importante en España, como en muchos otros lugares. La pandemia de COVID-19 ha intensificado esta problemática, pero también ha impulsado un mayor reconocimiento de su importancia. La necesidad de nuevas medidas para enfrentar el problema y lograr un entorno laboral más saludable está fuera de toda duda. Y será necesario que empresas, trabajadores (podemos hacer muchísimo por mejorar nuestros entornos laborales) y administración trabajen para mejorar la situación y apoyen a quienes padecen problemas de salud mental. La inversión en este ámbito mejorará nuestra salud y beneficiará a las empresas y a la sociedad en su conjunto. Es hora de dar prioridad a la salud mental en el trabajo y construir un futuro laboral más saludable.