En España hay 1.944.800 familias monoparentales según el INE. De ellas, en 1.582.100 la responsable, la persona adulta, es una mujer.
Las dificultades derivadas de asumir la responsabilidad de tu vida y la de un menor (o varios) son obvias para cualquiera y no precisan mayor explicación. Como obvio es también que esta situación será harto más difícil en la medida que se dé una carencia de recursos económicos y de otro tipo. Y esa es la realidad que enfrentan la mayoría de los hogares monoparentales pues más de la mitad viven en situación de riesgo y exclusión, aunque también aquí, hablamos de una situación que se ceba con las mujeres pues los hogares monoparentales sostenidos por mujeres tienen un riesgo de pobreza que duplica al de los encabezados por hombres: un 52% frente a un 25%.
En mi opinión estas cifras deberían justificar por sí solas una buena batería de programas y medidas dirigidas a mejorar la situación de estas madres y de los menores en todos los ámbitos (salud, economía, cuidados….) y específicamente en el que tratamos en este blog, en el empleo.
Es verdad que existen algunas medidas generales (ayudas, bonos, rebajas fiscales…) por parte de comunidades autónomas y ayuntamientos. También es verdad que hay asociaciones y entidades del tercer sector que tienen como objetivo específico el trabajo con familas monoparentales. Pero, atendiendo a los datos antes mencionados, todo esto resulta claramente insuficiente.
Lo mismo sucede en empleo. Existen programas en los que las mujeres de familias monoparentales tienen preferencia. Y es posibles que exista algún programa específico para ellas que cuente con recursos para responder a su situación. Pero todo ello es evidentemente insuficiente.
Darles preferencia en un programa sin dotarlo de recursos específicos no será una solución. Solo el apoyo integral permite dar una respuesta eficaz, a esta mujeres y a muchas otras personas con determinadas circunstancias que dificultan su acceso al empleo.
Apoyar a las mujeres de familias monoparentalas pasará por diseñar programas que incluyan:
- Gratuidad de acceso a servicios educativos y de salud (comedores, gabinetes…)
- Apoyos específicos de profesionales de los cuidados (kanguros, profesores, terapeutas…)
- Medidas de conciliación horaria con empleadores y centros formativos (¿trabajo en remoto?)
- Medidas para la generación de redes sociales, de redes de apoyo entre mujeres en situaciones similares.
- Equipos técnicos de orientación y apoyo.
Si partimos de la posibilidad de diseñar y poner en marcha programas con estos servicios el siguiente paso sería decidir qué contenido tendría un program de este tipo. Me refiero a decidir si deberíamos hacer programas centrados en la formación o programas más centrados en el acceso a empleo a corto y medio plazo.
Entiendo que las dos opciones son válidas pero mi tendencia natural me llevaría a elegir la primera, a diseñar programas que permitan a las mujeres de familias monoparentales adquirir competencias que les faciliten un desarrollo profesional al mismo tiempo que contribuyen a su motivación en lo laboral.
En este sentido me ha gustado mucho una experiencia piloto en Arizona fruto de la alianza de varias entidades (universidad, empresa, tercer sector) que busca que las mujeres de familias monoparentales adquieran formación en profesiones con alta demanda y buenos salarios.
El programa, que se llama Pathways, ofrece a las madres estudiantes ayuda académica, cubre sus gastos de matrícula y ayuda a encontrar una escuela infantil. También se dispone de un fondo de emergencia, que algunas participantes han utilizado para pagar facturas, comprar alimentos o, incluso, para recuperar un coche incautado. Mientras, se forman en áreas de alta demanda, masculinizadas y con salarios altos.
Con todo, este programa, y cualquiera de este tipo que pueda plantearse, deberá evaluarse más allá de sus resultados de formación e inserción a corto plazo. Formarse en áreas con demanda es exigente. Mucho. Y no todas las mujeres van a poder completar sus certificados en el tiempo marcado.
Pero, tal y como demuestran los resultados del primer año del programa Pathways, un número importante de mujeres consigue completar la formación. Otras mejoran sus opciones de forma definitiva y la mayoría ven mejorados los niveles de nutrición y salud de sus familias.
Estas cuestiones (mejora de la formación, de la salud, de la motivación…) no deberían seguir siendo baladís en los programas de empleo. Todo lo contrario, son la clave en la que se sustentan resultados a medio y largo plazo. ¿ Podemos diseñar y llevar a cabo programas así?