Una cuestión que parece haber quedado clara en los días de pandemia es el equivocado valor que damos a las profesiones en el mercado laboral. No me refiero al valor que deriva de la relación entre oferta y demanda. Como es obvio el valor que se deriva de la relación entre oferta y demanda cambia con el tiempo. La de herrero era una profesión con mucha demanda y hasta clave en el mundo en el que los caballos ocupaban un papel determinante. Hoy su valor y demanda es la que es.
Pero hay otro valor que no depende tanto de la oferta y la demanda, el valor que subjetivamente damos a determinadas profesiones frente a otras. Me refiero a que, hasta ahora, hemos dado mucho valor a quien es capaz de generar riqueza para unos pocos, pero damos escaso valor a quien genera riqueza para la mayoría, para la sociedad.
Las personas que cuidan de los demás
Sí, estoy hablando de las personas que cuidan a los demás y de quienes se encargan del bien común. Hablo de todas esas profesiones que van desde quien limpia hasta quien cuida y que han sido reconocidas durante esta pandemia. En algunos casos creo que hasta podríamos decir que han sido descubiertas, o esa sensación tengo yo. Parece que hay quien no era consciente ( y parece que siguen sin querer serlo) de que el mundo del trabajo, y el mundo en general, funciona gracias a una parte importante de sus mujeres (y algunos hombres) que asumen las tareas de cuidado de los otros. Algunas veces cobran por ello. Otras lo hacen “porque les toca”.
Quienes cobran por ello, profesionales que se encargan de cuidar a nuestros mayores, a nuestros niños, a nuestros enfermos, a quienes necesitan apoyos específicos de todo tipo, lo hacen habitualmente en condiciones de absoluta precariedad. Y también de absoluta infravaloración por parte de todos nosotros.
Cuando generalizamos no somos precisos. Pero no corremos ningún riesgo si decimos que las personas que trabajan en la sanidad o en residencias sufren una altísima temporalidad junto a otras condiciones impropias del valor de su trabajo. Y no, de salario tampoco van nada bien. Ni en España ni en otros países donde incluso están peor.
¿ De dónde hemos sacado esto ? ¿ De dónde ha salido la idea de que quienes limpian en un hotel o en una residencia, quienes cuidan de mayores y de personas con discapacidad hacen tareas poco cualificadas y de poco valor que no merecen un salario alto ? Más concretamente ¿ Cómo hemos llegado a convencernos de que estas personas deben cobrar menos que un agente de bolsa que genera riqueza (mucha, eso sí, pero puramente monetaria) para unos pocos ?
Profesiones o funciones que pierden valor
Junto a la reivindicación del trabajo de quienes cuidan a los demás, también se ha defendido el papel de otras profesiones como cajera o transportista. En estos casos, en cambio, creo que la pérdida de valor objetivo de estos empleos en los últimos años es evidente. El trabajo de cajera, no solo en supermercado, en cualquier establecimiento, es un puesto de poco valor real, salvo que implique más funciones. Pasar productos por un escáner tiene poco valor. Y coger y devolver monedas también. Así era antes de la pandemia y así será después. O aportamos más valor o no será un trabajo por el que nos paguen bien ni pueda darnos desarrollo profesional.
Y con esto no le quito ningún mérito al trabajo que han hecho y al riesgo que han asumido durante los días de confinamiento. Ha habido personas como dependientes, cajeros, taxistas, conductores de autobús, repartidores, fontaneros… que se han jugado su salud por los demás. Pero, obviamente, no estoy hablando de esto, solo estoy hablando de empleo, de cómo determinadas funciones pierden valor y, o bien se completan y evolucionan o desaparecen.
En mi caso hace mucho tiempo que procuro no orientar para empleos de poco valor. Pero, claro, no es fácil. Las personas tienen necesidad de trabajar en el corto plazo (espero que el Ingreso Mínimo Vital contribuya contra esto). Además, aún hay empresas que insisten en que formemos a las personas en manejar una TPV.
Pero no, eso no tiene valor. Eso solo es una función. Como profesión tiende a desaparecer salvo que vaya acompañada de otras competencias y funciones (asesorar, informar, resolver problemas de gestión, responsabilizarse de pedidos, suministros y calidad…)
Qué podemos esperar y qué podemos buscar
Hace tiempo que la psicología habla de cómo utilizamos la información para reafirmar nuestros pensamientos y opiniones (sesgo de confirmación o la asimilación sesgada y el efecto retroceso) no para cambiarlas. Quizá por eso yo creo que esta crisis ha acelerado procesos que a algunos nos resultaban evidentes. La economía, el mercado laboral, nuestra relación con el mundo, con el planeta, no se sostiene y resulta perjudicial para nosotros mismos. Debemos desacelerar y pasar de una economía de valor especulativo a una economía de valor real.
En este marco, en el de la desaceleración hay una necesidad evidente: debemos trabajar menos. Si no trabajamos menos será imposible desacelerar.
En mi caso trabajar menos ha sido mi objetivo primero desde el inicio de este año. Me cuesta conseguirlo, pero me afanaré en ello. Eso sí, no escatimaré ni una hora en reclamar mejores condiciones para todas las personas que se dedican al cuidado de los demás, sea limpiando, sea dando apoyo psicológico o en la sanidad. Mejores condiciones contractuales y también un mayor reconocimiento social. Es lo justo y se lo debemos. Pero no solo por estos meses, se lo debemos desde siempre.