Uno de los grandes problemas del mercado laboral (lo se, tenemos algunos más) es la situación de las personas de mayor edad.
Se trata, como otros, de un problema multifactorial y con unas dimensiones que van más allá de razones estrictamente económicas o del propio mercado. Aspectos sociales, culturales, educativos o de valores están detrás de este nuevo escenario. Y digo nuevo por la especial situación de desventaja tan pronunciada de las personas más jóvenes y de las personas más mayores. Según la última
Epa de 2010 las personas en desempleo en los rangos de edad de 16-24 años y 55 o más suman 1.220.400, el 26% del total.
Pero la novedad de la situación no está en los números aunque, por desgracia, esa misma Epa muestra como el desempleo no disminuyene en estos rangos de edad, ni interanualmente ni entre trimestres, salvo unos anecdóticos descensos en el tramo 16-24 años. De seguir así una gran parte de este desempleo puede convertirse en estructural. Y esto, también tiene razones profundas, algunas relacionadas con el tipo de actividad económica que seguimos ejerciendo, donde el conocimiento no acaba de situarse en el lugar que le corresponde.
En este proceso de cambio total en el que estamos inmersos el conocimiento se sitúa como el valor central y diferenciador en el mercado global, pero en España esto no parece verse con claridad.
En el actual mercado laboral español continúa sin valorarse el conocimiento adquirido, no se reserva el tiempo necesario para transmitirlo, ni se retiene el talento ni, en general, se le da la importancia que la gestión del conocimiento necesita. Esto es, por cierto, un reflejo de las dificultades competivas con las que nos enfrentamos.
Desde hace ya años organismos como
Eurofound han venido poniendo de manifiesto la necesidad de gestionar el conocimiento y de gestionar la edad como instrumentos en la lucha contra el envejecimiento, pero también como instrumentos de mejora competitiva en un marco global.
El
Eurofound ha identificado buenas prácticas (más de 200) en la gestión de la edad en empresas de toda Europa. Hace años que realizó este ejercicio pero en el caso español se daba una más que curiosa circunstancia. No era extraño que en una empresa convivieran iniciativas para la gestión de la edad con iniciativas encaminadas a hacer abandonar el mercado laboral a la personas mayores, las prejubilaciones por ejemplo.
Parece que no tomamos conciencia de la necesidad de gestionar el conocimiento, si queremos presentarnos como una economía competitiva capaz de crecer. El nivel experto, las habilidades desarrolladas, los conocimientos adquiridos, la polivalencia y diversidad que aporta la experiencia son todos elementos propios de las personas de más edad. Pero aún estamos en proceso de revalorización de estos factores en la actividad económica española.
Y en este momento no tenemos demasiado tiempo para retrasar determinados cambios. En la medida que el desempleo, especialmente el de las personas de más edad, se haga estructural, habrá una gran cantidad de trabajadores/as que no volverán a ejercer. Esto, en un país que la ONU sitúa como el cuarto más envejecido del mundo (detrás de Japón, Italia y Alemania) y que será el segundo en 2050, es difícil de entender.
Ya en el ahora desterrado tratado de Lisboa se establecía el objetivo de lograr un 50% de actividad para las personas con más de 55 años. El tratado como las instituciones, organismos y estudios de la U.E. están también profundamente impactados por la crisis y sus consecuencias. Pero aunque asistamos ante una casi refundación de la Unión Europea el problema no ha desaparecido.
La situación de las personas de más de 45 años en el mercado laboral no es sólo una cuestión de tasas, medidas y estrategias. También transmite los valores que rigen en una sociedad y aquí es donde creo que no hemos hecho lo suficiente. Volver a poner en valor la experiencia y utilizar el conocimiento acumulado en nuevos proyectos innovadores, resulta imprescindible para no expulsar del mercado laboral a un gran número de personas.
Como decía al principio se trata de un problema complejo. Desde mi punto de vista muy respaldado por un cambio de valores que es importante revertir. Aunque suene a tópico es necesario recuperar el papel de la educación y el papel que en cada edad se debe asumir.
Sus cuentos tradicionales ya hablan de ello, como los que escribía Astrid Lindgren, autora de Pipi Calzaslargas. En ellos se recrean mundos fantásticos o irreales pero en todos aparecen los aspectos más reales de nuestra existencia (la vida, la muerte, la felicidad, la edad, el juego, las responsabilidades…). Quizá recuperar el papel formativo de los cuentos tradicionales forma parte de recuperar los valores que nos han traido hasta aquí. Si es que se puede, porque, como leí en algún foro no hace demasiado, en la España de hoy Pipi Calzaslargas estaría en un centro de los servicios sociales.
La fotoes del museo de los cuentos de Estocolomo, Junibacken, dedicado a Astrid Lindgren, verdadero homenaje al papel de las historias y los cuentos en la formación de las nuevas generaciones.
Información, iniciativas, recursos, ejemplos: El blog de Bienvenida Morote, Empleo Senior, Proxecto Chronos, Todavía Servimos, Talento Solidario.
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